La experiencia de Avengers: EndGame o mejor dicho Los Vengadores: El juego final fue todo lo que un fan de Marvel esperaba, pero multiplicado por tres mil. Sin miedo a exagerar, esa película es una obra maestra.
Esta fue la sensación que nos llevamos este servidor y mi compañero Ricardo Silesky, ambos periodistas y editores de La Teja. Los dos fuimos a diferentes cines en la noche de estreno del peliculón, la madrugada de este jueves, y para ser sinceros nos costó pegar los ojos pensando en lo que acabábamos de ver.
En mi caso fui con una amiga y una prima a las salas de Plaza Lincoln, mientras que Ricardo fue con su novia Raquel al cine de Terramall, ellos dos con sus camisetas alusivas a la saga; nosotros más recataditos.
Puedo decir que me sentí como en un estadio viendo una película. Aunque siempre odié a la gente que grita en el cine, debo confesar que en esta ocasión no me molestó del todo.
En el cine uno sabe que los prólogos se acabaron cuando las luces se apagan por completo y la pantalla se hace más grande.
Pero anoche supe que la cinta comenzaría porque a las 12:05 a. m., la sala se convirtió en una gradería de sol, solo que sin las malas palabras ni el famoso ‘paty hay’.
Gritos como cuando los equipos de fútbol salen a calentar previo a un partido. Chiflidos, aplausos, comentarios de “vamos”, de “ay Dios mío”. Debo reconocer que no me considero un ñoño y que por ende no suelo ir a preestrenos, precisamente por eso.
Me gusta la intimidad, el silencio, disfrutar la película con discreción. Sin embargo, en esta disfruté toda esa “polada”.
Seguro eran tantas las ganas de ver y disfrutar la ‘movie’ (o porque me encanta el ambiente de estadio) que realmente nada más me dejé llevar y fui feliz las tres horas que duró el cintón.
Aunque no grité (lo juro), ni aplaudí como muchos de mis compañeros de fila, sí me emocioné, ¡y muchísimo! Como si ya la película no tuviera el suficiente drama, aquellos gritos le agregaban aún más realismo.
Uno se sentía como dentro de la historia. Como si esa bulla realmente ayudara a los Vengadores a hacerle daño a Thanos. Casi nadie hablaba (excepto un joven que estaba exactamente detrás mío, al que espero que Dios lo perdone).
Hubo risas, tensión, suspenso, silencio absoluto y hasta llanto (no les diré sí lloré o no, aunque a estas alturas deben suponerlo).
Solo fiebres
Hablando con Ricardo entendí que si bien me sentía afortunado por haber visto esta peli entre los primeros, todos los que logren presenciarla, -si es en el cine mejor-, quedarán contentos y con ganas de volver a verla.
Mi compa me contó que en Terramall el ambiente fue un toque más apagado pero sin duda era solo para fiebres.
Él se leyó todos los cómics de la saga del Infinito de Jim Starlin y en el último mes se tiró las 21 películas del UCM (Universo Cinematográfico de Marvel). Sí, él es todo un caso.
Dijo que en dos toques hizo amistad con los demás fiebres, de un pronto a otro estaba hablando con una mamá y su hijo y luego con un par de compas igual de emocionados que él.
Sabía que aguantar tres horas sin ir al baño era un reto, por eso llegó con la vejiga vacía. No quería comprar fresco, pero la tentación de comprar un vaso coleccionable le ganó. Dice que durante la peli al menos unas diez personas se levantaron porque no pudieron con las ganas de ir al baño.
Como era de esperarse terminó llorando y con ganas de volver a verla de nuevo.